La magia es la última forma de rebelión espiritual.
Pero no es una rebelión sin sentido. Y no carece de propósito.
Hoy vamos a hablar de la brujería como una forma de empoderamiento de tu espiritualidad.
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¿Qué hay en un nombre?
Hay que ser valiente para etiquetarse voluntariamente como bruja.
Cuando se trata de esa palabra tan cargada, el mundo se divide en dos grupos.
El primer grupo considera que la palabra bruja como un insulto sucio. O, al menos, una persona de naturaleza pecaminosa a la que se debe temer y condenar al ostracismo. Para ellos, la magia es una forma maligna de dominar a los demás o de controlar fuerzas que es mejor dejar en su estado natural.
El segundo grupo considera que la etiqueta de bruja como sagrada. Para ellos, la magia no consiste tanto en dominar a los demás como en liberarse a uno mismo.
(Cabe señalar que el segundo grupo no está formado totalmente por personas que practican la brujería. Hay muchísimas personas de distintas creencias que simplemente reconocen la validez de una práctica espiritual que no es la suya).
Así que en este segundo grupo, hay un subconjunto aún más pequeño. Y ese grupo dentro de un grupo se compone de personas que consideran la etiqueta como sagrada y han optado por aplicárselo a sí mismos. A primera vista, etiquetarse así deliberadamente es un impulso extraño.
¿Por qué no llamarse místico? ¿O herbolario? ¿Sanador energético?
¿Qué tal un pensador independiente?
Puedes llamarte a ti mismo todas esas cosas. Puedes ser esas cosas simultáneamente. Y quizá la palabra bruja no te parezca adecuada. No pasa nada.
Pero si hace es muy probable que no lo hayas elegido a pesar de su tendencia a asustar, sino porque porque es tan sorprendente.
Brujería solitaria: Un acto de rebelión
El camino de brujería solitaria es audaz y ventoso.
Elegirlo es una especie de rebelión espiritual. Es un acto de desafío decir: "Romperé con los pensamientos colectivos de las masas sobre la espiritualidad y seguiré mi propio camino".
No todas las brujas son solitarias, por supuesto. Muchas eligen trabajar en aquelarres o seguir un camino con directrices más claras.
Pero la bruja solitaria está, en muchos sentidos, sola.
Ella decide sus propios parámetros morales. Ella elige su forma de culto. O no elige ningún culto.
A primera vista, parece una excusa para hacer lo que se quiera sin asumir ninguna responsabilidad. Pero, de hecho, es la aceptación definitiva de la responsabilidad.
Cuando las cosas van mal, sólo te puedes mirar a ti mismo.
Se pueden cometer errores, sí. Eso se aplica incluso a los más religiosos en cuanto a organización.
Pero el bruja solitaria que se enfrenta a las consecuencias de sus actos debe afrontarlas sola. Y eso es un acto extraordinario de valentía espiritual.
Rebelarse y aprovechar el poder de la voluntad
La rebelión es, en última instancia, una afirmación de tu voluntad.
¿Y cuál es la diferencia, en realidad, entre eso y la teoría mágica moderna?
Incluso se podría decir rebelión y magia son palabras intercambiables.
Si la voluntad es la fuerza que impulsa la creación de hechizos, entonces cada hechizo es una rebelión contra todas las demás fuerzas. A veces, esas otras fuerzas se resisten.
Pero que el universo fluya en la dirección de tu voluntad, o en contra, es más o menos la cuestión. La sabia bruja solitaria aprende de eso.
El resultado final de cualquier hechizo es el caos o la constatación de que nuestra voluntad se alinea con nuestro destino.
Muchos de nosotros empezamos nuestra práctica mágica con la esperanza de que la magia moldee el universo para que se ajuste a nuestros deseos.
Pero el camino hacia una relación pacífica con la magia es utilizarla para amoldar nuestros deseos a la voluntad del universo.
